Surviving a Deceitful World

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Así soy… ¿y qué? [Parte 2]

Pero… así soy…

A veces tenemos la idea de que ser pecador es un estado irrevocable… que no tenemos control de nuestros impulsos… A veces vivimos echándole a Dios la culpa–Así me hizo Dios, entonces no es mi culpa–pensamos.

También se nos da la idea de que “Dios me va a entender… Él sabe que por lo menos hice el esfuerzo… además no soy tan pecador como mi vecino que tiene dos mujeres, etc.” Excusa tras excusa. Dios no es un tonto, amigo. Él sabe todo, todo, todo de ti. El conoce tu corazón. Conoce tu personalidad, tu debilidades, y tus eccentridades. Y conociéndote cual eres “a calzón quitado”… te sigue amando tal cual. Qué cosa tan increíble, ¿no?

Sí, Dios nos ama… y con todo el dolor de su corazón… la paga del pecado es la muerte. No te va a obligar a dejar el pecado si no es lo que tú quieres. Dios desea que lo amemos, pero no a la fuerza. Pero una vez que lo conozcas… no hay manera de no amarlo.

Soy pecadora. Tú eres pecador. Sí… por nuestra naturaleza humana… PERO… cuando nos entregamos a Cristo…. cuando Le hacemos Señor de nuestras vidas, no sólo de labios, Él nos transforma. ¿Cómo?

¿Qué tiene que ver el Señor Jesús?

Todos sabemos que “Jesús murió por nosotros,” pero muchos no entienden lo que quiere decir. Lo sé porque yo erá una de esas personas, que aún yendo a la iglesia no sabía QUE NO SABÍA lo que quería decir. Pero Él me lo ha revelado y lo comparto contigo.

El pecado es TODO el problema de la humanidad. Es la razón por la que Adán y Eva dejaron el Edén… fue así como dejamos nuestra herencia de vida eterna al lado de Dios para recibir una herencia de muerte y sufrimiento. Pero Dios, en su infinito amor y no queriendo que perezcamos, hizo lo imposible–Él diseñó el único plan que nos podría salvar, por medio de Jesucristo. Jesús, que NUNCA pecó y vivió su vida perfectamente haciendo la voluntad de nuestro Padre Celestial, aceptó el castigo de Dios en nuestro lugar–no solamente fue la tortura física que aguantó… en la cual su cuerpo fue machacado de golpes, latigazos, y rajadas hasta quedar irreconocible… fue más que eso. Al tomar todos los pecados tuyos y míos, y de toda la humanidad, Él fue HECHO el pecado mismo y recibió TODA la furia de Dios en su persona. Medita esto un poco. Dios, hecho hombre, que siempre ha existido en Santidad perfecta… se convirtió en lo que más detestaba… en lo que más asco le causa de una manera que no podemos imaginar. Esto lo hizo por ti, porque no quiere vivir sin ti. ¿Puedes comprender cuánto amor tiene Él por ti? Él murió, entonces, por ti… o sea… en LUGAR TUYO. Tú eres el que debió haber estado en esa cruz y sangrado hasta morir. Tú eres el que debió tener el acceso al Cielo negado para siempre. Tú eres el que no debería de tener comunión con el Padre Celestial por medio de la oración.

¡Pero Jesús resucitó! Él venció la muerte por ti, para que la muerte eterna no tuviera más poder sobre ti. Por eso, cuando nos bautizamos de la manera que nos dice la Biblia, de cuerpo completo y por nuestra convicción, tenemos el símbolo de lo que hizó Jesús y de nuestra dependencia de Él: Al ser sumergidos en el agua, nos unimos con Él para dejar nuestro viejo ser en la muerte… al salir del agua, entramos en una nueva vida–el “yo” viejo está sepultado y nos unimos a Cristo para recibir la herencia de vida eterna tal como si nosotros no hubiésemos pecado nunca. Cuando el Padre Celestial nos juzgue, la sangre de Cristo nos limpia, y nuestros pecados son borrados completamente. ¡Éstas son las buenas nuevas del Evangelio!

Pero no fue gratis. El Señor Jesús pagó caramente para liberarte de tu suerte segura del infierno. Pero, si nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos, y dependemos del acto del sacrificio de Cristo, ¿qué más preocupación? Te vuelvo a recordar… no fue gratis. Sí, lo que hizo Jesús por nosotros no tiene igual, pero no nos da licencia a vivir una vida como mejor nos parezca a nosotros. ¿Por qué?

Continúa…